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Self-defense
Legítima defensa es el acto de usar una fuerza razonable para protegerse a uno mismo o a otros de un daño o peligro inminente. Se basa en el instinto natural humano de preservar la vida y la seguridad, y se reconoce como una justificación legal para el uso de la fuerza en respuesta a una amenaza inmediata.
Los elementos clave que definen la legítima defensa legal incluyen:
- Amenaza inminente: El peligro debe ser inmediato e inevitable, con un miedo razonable y real de daño en el momento en que se usa la fuerza.
- Fuerza proporcional: La fuerza aplicada debe ser proporcional a la amenaza enfrentada, no excesiva ni más allá de lo necesario para repeler el ataque.
- Razonabilidad: La persona debe creer genuinamente que la fuerza es necesaria, y esta creencia debe ser objetivamente razonable dadas las circunstancias.
- No agresión inicial: El defensor no puede ser el agresor inicial ni provocar el ataque.
- Deber de retirarse: Dependiendo de la jurisdicción, puede existir o no una obligación legal de retirarse antes de usar la fuerza (en algunos lugares existen leyes de "Defiéndete en tu lugar").
La legítima defensa puede usarse como defensa legal en casos penales que involucren asalto, agresión o homicidio, siempre que se cumplan estas condiciones. También se extiende a la protección de terceros y, en algunos casos, de la propiedad, aunque la fuerza letal generalmente solo está justificada cuando la seguridad personal está en riesgo.
En resumen, la legítima defensa es el uso justificado de la fuerza para prevenir un daño inminente, evaluado según la inmediatez de la amenaza, la proporcionalidad de la respuesta y la razonabilidad de la creencia del defensor en la necesidad de esa fuerza.